viernes, 15 de julio de 2011



En la mañana del 12 de abril de 1961 el mundo se paralizó. Yuri Gagarin, el hijo de un humilde pastor de los Urales se había convertido en el primer ser humano en circunvalar la Tierra desde el espacio exterior. Era la segunda bofetada que recibían los Estados Unidos, luego del exitoso lanzamiento en 1957 del satélite Sputnik.

En menos de dos horas de viaje el sueño americano de ganar la carrera espacial había quedado destrozado. Uno de cada tres habitantes del planeta en ése momento eran comunistas. Todo estaba por hacer y lo mejor de eso, es que iban ganando, como ocurría con la cosmonáutica.

El impacto fue tan profundo e inesperado que los EEUU debieron reconocer rápidamente la hazaña. Aun antes de ser electo presidente, John Kennedy incorporó el tema a su campaña y finalmente tras ser electo, lanzó a sus compatriotas y a occidente un nuevo reto: La Luna. Los rusos ya en 1962 habían anunciado que no intentarían llegar al satélite porque no tenía ningún propósito estratégico.

El Mito que se construyó no fue "solamente" llegar a la Luna, aunque en la postal histórica, en nuestras mentes occidentales esté fijada la caminata de Amstrong. El reto era “llevar un hombre a la luna y traerlo sano y salvo”. Ése era el desafío. El Mito constitutivo de finales de los 60 y comienzos de los 70, en los Estados Unidos, era el del Pueblo Judío en el Éxodo que narra la Biblia.




“Si es que crees en Dios, te llevaré a la Tierra Prometida” dijo Moisés al abandonar Egipto. El paso de la esclavitud a la libertad comenzaba en la aceptación de que era posible. Pero la epopeya bíblica de los 40 años vagando por el desierto no está centrada en la llegada a Israel, sino en el pasaje. Es un rito del pasaje, muy bien corporizado en la Pascua Judía que el propio cristianismo luego adaptó para sí y su propia promesa "si es que crees en mí tendrás la vida eterna".

La guerra fría, la incertidumbre occidental frente a lo que se suponía eran los impresionantes avances tecnológicos de la ex URSS, el terror nuclear, la Guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles y otras amenazas como la dependencia del petróleo árabe, serían apaciguadas y dominadas si se cumplía la promesa. Traer a sus hombres “sanos y salvos”.

Aunque aparente paradójico, la imagen más impactante, desde el punto de vista político no fue, en ése momento, la caminata lunar, sino el instante en que explota la escotilla del módulo de amarizaje del Apollo 11 y asoma la cabeza de Buzz Aldrin. Estaban vivos. La promesa había sido cumplida.

El rito del pasaje es bien abordado por Sigmund Freud tanto en “El porvenir de una ilusión” como en “El malestar en la cultura". Con diferentes adaptaciones de aplicación ha sido uno de los Mitos fundantes del accionar político moderno. “Confíen en mí que los llevaré a la Tierra Prometida” parecen decirnos nuestros líderes cuando las amenazas del entorno nos hacen insoportable el presente.




Aquí el recurso fue utilizado recientemente por el equipo de comunicación de Mauricio Macri en spots televisivos en los que luego de contar aspectos de su gestión, mediante el recurso del storytelling, afirmaban "las cosas pasan cuando empezás a creer".


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