viernes, 19 de agosto de 2011

Para la amplia mayoría de la ciudadanía la decisión electoral es una menudencia de su vida cotidiana, es un detalle. Y lo hace viajando en colectivo, bañándose, jugando a la pelota. No lo hace en la biblioteca, analizando propuestas y posibilidades. Lo hace en un rato y como prolongación y generalización de sus experiencias personales en su vida privada, en su trabajo y a partir de sus ideas y conocimientos, limitados, sobre la economía y la realidad nacional, de su ciudad y barrio.

Y cuando finalmente deciden guiados por sus emociones más que por sus percepciones racionales, lo hacen emitiendo juicios simples, muy simples: “bueno”, “malo”, útil”, “mejor”, “sincero”, “capaz”. No mucho más que esos adjetivos que se ajusten y se signifiquen en su marco conceptual y escala de valores.

¿Pero, sobre qué son las campañas? un grave error es suponer que las campañas locales o nacionales giran en torno a obras. Las campañas son sobre temas y las ideas que sostienen. Es cierto que las obras son importantes y que son estimadas así por el electorado, pero eso se lo hace cuando se valora el record del candidato. Qué hizo por cada uno de sus vecinos, de qué se ocupó, cómo le fue, cómo cambió para bien la vida de las personas. Pero en una campaña electoral lo que define es el tema y las ideas.


Si no lo decidió antes, es desayunando, en la sobremesa o luego de dormir la siesta, cuando el elector se prepara para ir a votar, es en la fila de la escuela o en el cuarto oscuro, cuando el vecino recuerda y hace suyo el tema y el mensaje de nuestro candidato. Allí es cuando el mensaje no sólo fue interesante para el elector, sino que fue fácilmente recordable y conceptualizable. Pero fundamentalmente que esos temas hubieran interpretado el estado de ánimo de la gente, y fueran relevantes en lo que viven, piensan y sienten.

En Argentina de hoy se debate tratando de entender porqué un 50% del electorado votó en las elecciones primarias por la actual presidente, Cristina Fernández, cuando al tope de los reclamos ciudadanos se mentienen temas que no ha podido resolver como la inseguridad, el costo de la vida e inflación, la falta de soluciones habitacionales como el valor de los alquileres, la falta de créditos hipotecarios y demás.

Si bien es cierto que esas son demandas centrales, generalmente los ciudadanos en tanto electores sopesan todas las cuestiones, y como es cierto que el gobierno está en falta con esos temas también es cierto que en la valoración general tambien inciden de manera decisiva las cosas que sí resolvieron los gobernantes.


En esa balanza particular, se incluye la marcha general del gobierno y la economía, los beneficios concretos, tal el caso de los subsidios que mantienen la situación medianamente estable (para todas las clases sociales), la Asignación Universal por Hijo, a las jovenes embarazadas, la entrega de netbooks, y cuestiones menos concretas pero importantes como el apoyo a la ciencia y técnica, entre otras. Y fundamentalmente la manera de entender la vida en lo que es importante para ellos y finalmente, la relación gobierno / ciudadanos.

Escuchar a ciertos personajes de la oposición vincular el resultado electoral a la posibilidad de amplios sectores de nuestra comunidad en el acceso al crédito o porque se encuentran anestesiados con programas de TV degradantes, es no sólo una simplificación ingenua, sino una falta de respeto a millones de habitantes de Argentina. Desde la mente lógica no es difícil llegar a la conclusión de que la gente votó contra sus intereses

Pero tal como George Lakoff, ha señalado repetidamente la gente vota en buen grado en función de sus valores: “la gente no vota necesariamente por sus intereses. Vota por su identidad. Vota por sus valores. Vota por aquellos con quienes se identifica. Es posible que se identifique con sus intereses. Puede ocurrir. No es que la gente no se preocupe nunca de sus intereses. Pero vota por su identidad". Y si su identidad encaja con sus intereses, votará por eso. Es importante entender este punto. Es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses.

En Argentina ejemplos sobran. Los más recientes: El acompañamiento que hizo el electorado en 1985 en las legislativas que dieron el triunfo a las listas del entonces presidente Alfonsín. La presidencial de 1995 de reelección de Carlos Menem y las legislativas de 2009. Hay más ejemplos, pero en estas tres instancias electorales, la ciudadanía votó a favor de sus valores, aun en contra de sus intereses.

La marcha de la economía es un factor importante, pero el bienestar personal y familiar no se mide sólo en consumo, ingresos e inversión. En la cosmovisión del electorado, son las ideas que apoyan y dan sentido a su vida, independientemente de la marcha de la economía la que definen el voto.

Y en la Argentina, aunque a muchos de nosotros no nos guste el resultado, como en todo el mundo libre y democrático, se vota por ideas y valores.


martes, 2 de agosto de 2011

Mi columna en Punto de Control de Cablevisión La Plata del 13 de Julio 2011