lunes, 25 de mayo de 2009

Si bien es prematuro pronosticar el resultado final de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, la meseta de intención de votos en la que se encuentra el candidato de la Unión Pro, Francisco de Narváez plantea la pregunta. Aparentemente lo que le sirvió para que uno de cada cuatro bonaerenses ya haya definido el voto de apoyo, no le alcanza para que cerca del 30 por ciento de indecisos se vuelque decisivamente a su favor.

Sin embargo hay que señalar que más del 60 por ciento de los indecisos en el voto a diputado Nacional se manifiestan opositores al Gobierno Nacional y más de la mitad aseguran que “jamás votarían a Kirchner”.

Las experiencias más exitosas en campañas electorales son las que centran la conversación con la Opinión Pública en dos o tres temas y paradójicamente no ofrecen nada concreto. O muy poco. Porque la gente no es tonta. De la misma manera que el electorado experimenta un descompromiso con la política, los políticos y sus propuestas, es cada vez más sofisticado y se encuentra altamente preparado para detectar promesas incumplibles o incongruencias discursivas.


El mensaje incorpora los temas a los objetivos estratégicos de la campaña. Pero el mensaje no es la explicación, el mensaje es el significado de la campaña. Entonces se maneja un mensaje central y se realizan variaciones sobre los elementos del mensaje. Porque el mensaje incorpora los objetivos y la estrategia definida en una simple frase. Tal el caso del valor que se le asigna en su campaña al término Seguridad, Plan y Trabajo.

Por otra parte, aunque se nota claramente que la campaña de la UCR-Coalición Cívica es rudimentaria, artesanal e inexplicablemente poco profesional, sus mensajes se orientan a intentar explicar sus valores y posicionar sus ideas en el electorado.

Podemos coincidir o no con la campaña que desarrolla el oficialismo, pero lo que no podremos negar que ésta se basa en la defensa de lo que el matrimonio Kirchner considera son las ideas y valores que sostienen el modelo que se implantó en 2003. Desde allí es que derivan los temas de campaña pero la campaña oficial no es sobre temas es sobre ideas y valores, mientras que la de Francisco de Narváez gira únicamente en torno a temas.


El semiólogo George Lakoff, autor de "No pienses en un elefante" (que es el signo de los republicanos, y con ello proponía que los demócratas no se sometieran a sus marcos conceptuales), ha señalado repetidamente que la gente vota en buen grado en función de sus valores: “la gente no vota necesariamente por sus intereses. Vota por su identidad. Vota por sus valores. No es que la gente no se preocupe nunca de sus intereses. Pero vota por su identidad. Y si su identidad encaja con sus intereses, votará por eso. Es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses”.

El otro error estratégico grave para una campaña profesional como la que desarrolla la Unión Pro es que en las posiciones de plebiscito, en las que la ciudadanía debe optar por sí o por no. Tal como ha quedado cristalizado en la aceptación de la campaña oficial del ex presidente Néstor Kirchner, quién orienta su discurso en torno a los que están a favor o en contra del Modelo vigente. Aquí no hay posiciones intermedias. En estas situaciones, los moderados no existen.

En nuestras realidades políticas los segmentos de indecisos y los desinteresados, son confundidos a menudo con lo que se denomina “el centro” o los moderados. Es que en situaciones de plebiscito es imposible que la mayoría de los asuntos puedan colocarse en una escala lineal y los moderados estén siempre en el punto medio de las escalas. En principio porque en asuntos de “sí o no” no hay graduaciones.

Guillermo Bertoldi

viernes, 1 de mayo de 2009

Para que el círculo de la comunicación política se cierre en las audiencias la información política requiere, entre otras cuestiones, del proceso de interpretación. Los hechos políticos por ser eminentemente abstractos, necesitan más que otros de la interpretación.

Esta significación se da en el uno a uno. En el contacto personal. Respecto de los hechos políticos las personas buscan interpretación entre la gente de su círculo cercano que generalmente está más instruida e interesada en los procesos políticos que ellos.
Aun habiendo logrado que el mensaje haya sido captado por nuestros electores, el proceso de la comunicación política no se cumplió.

La recepción de nuestro mensaje no está completa si el oyente o televidente no interpreta lo que el político emitió.
La interpretación de los hechos políticos se da, únicamente, cuando el público significa, como se ha dicho, en su vida cotidiana el mensaje que se le ha emitido. El mensaje político tiene significado en lo que uno vive y piensa. Allí comienza a cerrarse el proceso comunicativo. Los noticieros televisivos y los programas de radio no vienen con un manual de interpretación.

Aun a nosotros, personas más informadas e interesadas en los acontecimientos políticos muchas veces nos cuesta entender qué significa tal o cual declaración o evento de la realidad
¿Pero dónde es que la gente común, el ciudadano preocupado de sus cosas, interpreta lo que se ha querido emitir o qué significa tal declaración o un hecho de la política? La significación se da en la vida cotidiana. Allí es donde el hombre de a pie requiere interpretación para entender. En el tren, en una confitería, camino al trabajo en el en la fila de un Banco, cenando en su casa con su familia. Allí pregunta a la gente que generalmente está más informada, y es ésta la que ayuda a entender.


Por eso es que uno de los deberes más importantes de las campañas políticas es trabajar sobre el activo de la sociedad, sobre aquellas personas generalmente más interesadas que a su vez transmitirán nuestro mensaje a las grandes audiencias y fundamentalmente ayudarán a que lo interpreten. Aun bajo el imperio de los grandes medios audiovisuales, la comunicación personal y directa sigue estando vigente con una importancia tan evidente, que es difícil de entender porqué los partidos políticos de nuestros países no explotan y se apoyan en ellas para transmitir sus mensajes.

Los mensajes complejos, orientados a la estrategia y al objetivo general de nuestras campañas son decodificados de manera simple. La gente común no utiliza más que 15 o 20 adjetivos en su vida cotidiana para calificar los acontecimientos.
Cuanto más complejas sean las realidades políticas, tanta más importancia adquiere el elemento personal. Cuanto menos transparentes y fáciles de interpretar sean las decisiones políticas, los hechos y noticias de la política, tanto más se destaca el aspecto de la confianza personal de quién nos ayuda a significar la información.

La creencia arraigada en cierta dirigencia política de que los medios de comunicación son un vehículo apropiado para generar confianza en el candidato y que a su vez, esa confianza ayude a determinar el voto es un error que ya están pagando muchos. Los partidos políticos tienden a desaparecer porque han dejado de ser la polea de transmisión e interpretación entre los mensajes de los líderes y de los ciudadanos comunes en un ida y vuelta permanente.


Joseph Napotilan resume magistralmente este concepto al señalar que la televisión en la comunicación electoral es como la Fuerza Aérea, que ablanda el terreno, pero el territorio, es decir las mentes y los corazones de los electores, se hace en el uno a uno, con la infantería. En comunicación política el contacto personal, la lucha casa por casa, como en Stalingrado o Bagdad, sigue siendo de uno en uno.

Los medios transmiten mensajes, pero esa información sólo tiene sentido en lo que uno vive, piensa y siente. Y en lo que siente es más importante. El voto se construye a partir de creer conocer al candidato y sus propuestas y en la confianza que éstas producirán los cambios esperados, pero el voto se define cuando toda esa información es significada como importante para nuestras vidas, en el contacto personal. Cuando es importante en lo que se piensa y siente.



No hay que subestimar tampoco la tendencia que tenemos todos a interpretar los mensajes políticos aplicando lo que la escuela de la Gestalt ha establecido como la Ley de la Simplificación: utilizando el esquema más inmediato y sencillo entre todos los posibles. Es por ello que los mensajes políticos deben ser simples, no sólo para facilitar la tarea de nuestros oyentes, sino porque de todas maneras los simplificarán aun más por cuanto más nos vale que lo hagan con los elementos que les suministramos desde nuestras gerencias de campaña.

En “La Voluntad de Poder”, Nietzsche resume magistralmente esta posición: “No existe ningún dato, ninguna experiencia, no contaminado por un punto de vista, por una interpretación. La característica del mundo del devenir es la de ser informulable, falso, contradictorio. El conocimiento y el devenir se excluyen. Así pues, no existen hechos que no sean dados inmediatamente; sólo manejamos interpretaciones. El mundo es algo cognoscible, en cuanto la palabra conocimiento tiene algún sentido; pero, al ser susceptible de diversas interpretaciones, no tiene un sentido fundamental, sino muchísimos sentidos”.

Tres datos, evidentemente, resaltan en este criterio de Nietzsche: sólo hay interpretaciones; los hechos en sí son incognoscibles; las interpretaciones son diversas. Tres datos que confluyen en uno: el conocimiento se trata de perspectivas. Es desde dónde miremos la realidad.



Aplicación para difusión vía internet del Partido de la Ciudadanía, España. 2007